¿Cómo escribir después de Las constelaciones oscuras? Aunque la pregunta no sea exactamente esa, cómo escribir después de una gran obra es una de las interrogantes que mueven la tercera novela de Pola Oloixarac (Buenos Aires, 1977). Su protagonista, una novelista peruana residente en Estados Unidos, viene de un éxito y, para distraerse de su falta de inspiración, accede a asistir a un congreso literario a cuyo final se descubrirá el ganador de un prestigioso premio.
Absolutamente entregada a los tranquilizantes, en Mona se cifra un devenir al borde de la locura en plena crisis de los opiáceos. Escritora latina (y, por lo tanto, de color), su paseo por el mundo de las apariencias es un juego en el que desfilan personajes que subvierten o complacen las expectativas de los otros. Mujer herida (Oloixarac se niega a usar el término “víctima”), Mona configura una posibilidad de la latinidad, de lo femenino, del ser escritora. Es el cierre (momentáneo, por supuesto) de una investigación que Oloixarac viene siguiendo desde su celebrada opera prima, Las teorías salvajes, una novela fascinante y divertidísima con la que se posicionó ya como una escritora eminentemente interesada por “la cosa pública”, rasgo en el que ha ahondado en sus numerosas columnas de Perfil, en cuyos mejores momentos (también en el disenso) parece ensayar una resucitación de Bustos Domecq en clave cyborg.
Aquella primera novela, que destripaba a la izquierda con amorosa delectación, fue bien recibida por la crítica y, aunque puede leerse como una bildungsroman puaner, su imaginación siempre al borde de la desmesura la hace finalmente superar las barreras a las que podía verse confinada, a través de una serie de procedimientos sobre los que se detiene Isabel Retamoso en su lectura del libro. Es sin embargo en la primera obra mencionada (segunda en la cronología de publicaciones), Las constelaciones oscuras, donde Oloixarac trasciende definitivamente el espacio de los barrios bonaerenses.
Su derrotero la lleva, en el tiempo y el espacio y a través de una hibridación de las lenguas, a cubrir ya una porción mayor del mundo, porción que se vuelve potencialmente infinita en su cualidad regeneradora, como señala Ramiro Sanchiz en su comentario landiano y, a la vez, Mayte Marichal en su reseña de Mona, en la que hace especial mención al uso desaforado de las subordinadas, que dan, en el sexo, en la política y en los desenlaces apocalípticos de estas novelas atravesadas por citas y referencias, una prosa a la vez intensa y expansiva.

Los juegos morales, por Isabel Retamoso
Al momento de su publicación en 2008, la primera novela de Pola Oloixarac recibió múltiples y diversas reacciones. Si por un lado fue bastante celebrada por la crítica, fue duramente criticada por los grupos universitarios y militantes de izquierda, sobre todo de la Universidad de Buenos Aires, que manifestaron un fuerte rechazo a la relectura de las épicas militantes setentistas y al trabajo de desacralización de ciertos relatos de la identidad nacional argentina. Seguir leyendo

Hackear tu mitocondria, por Ramiro Sanchiz
Sexo bacteriano.
Transferencia horizontal de genes.
Hordas de alelos bárbaros asolan la ciudadela de las especies, asedian sus murallas, apuntan a derribar las estructuras de la securocracia filogenética.
Tu epistemología se derrumba, colapsa en marañas de categorías, clados, superórdenes, dominios, subfamilias, al tiempo que las comunidades aisladas de replicantes orgánicos desandan el rizoma filogenético hacia el magma protoplasmático que han aprendido a llamar primordial. Seguir leyendo

El juego de las imitaciones, por Mayte Marichal
Pola Oloixarac es una mujer con muchas ideas. En Mona (Buenos Aires: Random House, 2019), su tercera novela, cuenta la historia de una joven escritora peruana, Mona Tarrile-Byrne, estimada por la crítica latinoamericana y famosa por su primera novela, donde “casa la política y la literatura”. Mientras cursa un doctorado en Stanford y escribe un esperado segundo libro, recibe una nominación a un premio literario muy importante, el Basske-Wortz; que solo quiere ganar para poder desaparecer e irse al Mato Grosso a escribir en total libertad, como las místicas en permanente seclusión del siglo XIV. Seguir leyendo


Madre de abominaciones, por Ramiro Sanchiz
1. El final del Antropoceno, la llegada de los Dioses Antiguos. En las últimas páginas de la novela un poeta islandés convoca acaso involuntariamente al Gran Cthulhu, en una de sus tantas formas posibles.
2. Después de todo, tenía que ser un poeta. Desde la revolución industrial ya no hay mundo, excepto el mantenido en semivida astutamente camuflada por la literatura: ficciones de todo tipo, por citar a Ballard. Pero el fin del mundo llegó hace rato. La literatura, en Mona, es el último mundo posible; lo que sigue es la desarticulación completa de toda posibilidad de dar orden y significado a las cosas y, a la vez, como la serpiente tentaculada que irrumpe desde un lago nórdico, se trata de algo que siempre estuvo allí, algo que no es nuestro y que espera.
3. Diríamos mejor: nunca hubo mundo; nunca uno nuestro. Seguir leyendo
La fotografía de Pola Oloixarac que acompaña este texto fue tomada por Ignacio Coló.
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