La poesía de Cristina Carneiro (1945-2019), leída por Magdalena Portillo
Una tarde como tantas otras, me encontraba en la librería donde trabajo ordenando la sección de poesía. Fue entonces que un libro llamó mi atención, no solo por su color —de un rojo carmesí que pareciera mirarte con todos los ojos—, sino también por su título, que me invitaba a entrar en él sin preguntas ni rodeos. Abrí el libro al azar y lo primero que leí fue: «En tu tierra no hay abismos«. Ese día me llevé el libro a casa. Cuando llegué, ya lo había leído en el ómnibus; y lo volví a leer, una y otra vez.
El libro del cual hablo se titula Para simplificar, y fue editado por Yaugurú en junio de 2019. Es el último de Cristina Carneiro, poeta que al día de hoy considero una de las mayores de la poesía uruguaya. Sin embargo, poco se sabe de ella, como bien lo supo expresar en uno de sus poemas:
Pruebas de que he vivido no abundan: me moví en la foto.
Sólo salió el pie quebrado la mirada llena de ojos
los metesillas y los sacamuertos afanándose de un lado para otro…
Zafarrancho solo (1967)
En 1967, una muchacha de dieciocho años obtuvo el primer premio de la Feria de Libros y Grabados con un libro titulado Zafarrancho solo y dividido en cuatro partes: «de todo», «desamparo», «chifladuras» y «chau».
Es con un poema, en el que Carneiro clasifica sus miedos, que entramos en su mundo poético. Allí se puede ver el uso del lenguaje de una forma lúdica, donde las palabras se salen de la línea temporal, dejando al descubierto ese vaivén de los miedos y los días que transcurren sin relojes.
La voz poética juega con las palabras, logrando de esta manera hacer entender al lector que las posibilidades que brinda el lenguaje son siempre un terreno a descubrir.
ayer tengo un miedo azul a las caricias […] mañana tengo un miedo lápiz a pasadomañana […] antes y después tengo un miedo sanbernardo a los disfraces […] siempre tengo un miedo dieciocho a parecerme a mi cara y me disuelvo sin ton ni son…
Con estos versos uno ya puede apreciar que quien tiene enfrente es una autora con una voz original y desinhibida. Aquí el orden está determinado por lo que mueve a la voz poética. Los miedos se adelantan, se entrecruzan, como si la estuvieran persiguiendo; ella los advierte y los deja al descubierto en sus versos.
Las imágenes de Zafarrancho son directas, «nada de pormenores«, nada de darle vueltas al asunto de la existencia, aquí los miedos tienen nombres y los martes se resfrían, porque la voz poética es esos miedos y esos días. Es ahí donde se vive: uno vive los días y es los días que vive.
Conversando con Gustavo Wojciechowski (Maca), director de Yaugurú, me decía que para él Zafarrancho es un libro escrito con «las ventanas abiertas». «Si bien se puede percibir la tristeza, esta queda en segundo plano debido a la vitalidad que la autora plasma en cada uno de sus versos». «Es más vital que triste», me dice Maca y uno puede comprender que es así cuando se encuentra con este libro entre sus manos.
Otras de las cosas que me decía, y que me resulta importante destacar, es el tema de las reediciones. La primera edición es de 1967; la segunda, de 1969 y la tercera, de Yaugurú, de 2008. ¿Por qué un libro de poesía logra tres ediciones?, es algo que despierta la curiosidad, hace estar atentos a que Zafarrancho solo es un libro que nos (des)coloca con su frescura y desfachatez, por momentos surrealista y experimental, sin tapujos, con versos tan honestos que caen en el lector como baldazos de agua fría:
tengo que morir mordiéndome los ojos… tengo que morir con cédula de identidad en el bolsillo y en algún otro bolsillo olvidado el alma.
Por tal motivo se me hace preciso mantener viva su obra.
acto seguido, alma en mano…
Libro de imprecaciones (1975)
Allí donde el otro…
En 1975 aparece su segundo libro, esta vez editado por Ediciones de la Banda Oriental como parte de la colección Acuarimántima, dirigida por Washington Benavides.
En Libro de imprecaciones vuelve a tomar presencia la madurez del lenguaje que ya se apreciaba en el debut, pero esta vez con un tono más oscuro; ya no aparece tanto la frescura, aunque sí la creatividad al momento de nombrar las cosas.
aullamos, árbol del cielo, rezamos, cielo de películas. Oye: es otra cosa lo que se espera de ti.
Se puede observar un tono que pareciera marcar una sentencia, la voz poética busca colocar las cosas en su lugar.
La docente y poeta Lucía Delbene señala que es en Imprecaciones donde aparecen referencias a la cultura clásica. Dice Delbene, con quien me comuniqué por WhatsApp: «En este libro hay una asimilación de la cultura clásica trabajada en la poesía de Carneiro de una forma contemporánea, con un lenguaje coloquial, con expresiones y giros que por momentos son surrealistas […] Hay una cuestión de enmascaramiento que tiene que ver con la época, imágenes de muerte, enfermedades y desgarro pero sin hacer alusión a un contexto directo, a través de elementos culturales y contemporáneos», «Es una poesía con un espesor de significados, donde se encuentran múltiples capas, aquí se busca la naturalidad del lenguaje; los versos por momentos parecen prosaicos».
Entendiendo que las imprecaciones son maldiciones, observamos una de las referencias que puede llevarnos al título en el poema «Aspectos del ciego».
En el oscuro citerón
Uno sigue matando a su hijo con brazos redondos…
Delbene señala cómo Carneiro construye, a través del mito de Edipo, la cuestión del asesinato, intentando de esta manera reflejar la situación que atravesaba el país en ese momento.
En Libro de imprecaciones el rango de referencias nombradas es muy amplio y uno puede encontrar citas de Villon, Pessoa, Simone Weil, Saint-John Perse, entre otros.
En su momento, este libro no tuvo presentación, pasó desapercibido debido a que el país se encontraba atravesando la dictadura; sin embargo, hubo quienes se encargaron de mantenerlo vivo.
Para simplificar (2019)
El título hace alusión a una cita de Proust, que la autora utiliza al comienzo como epígrafe.
La llamamos muerte para simplificar
Y es que en Para simplificar la muerte y el desencanto se hacen presentes, aparece la enfermedad «que te han dado avisos, animal, el cuerpo…», aparecen la ausencia y la despedida.
Es en este libro que la autora se deja ver desde todos los ángulos, como bien cierra ese último verso en el poema titulado «Brindis».
Si bien lo personal ya se había hecho presente anteriormente en su obra, es en Para simplificar donde la autora vuelca de lleno esta parte.
La honestidad brutal que aparece en este libro hace que el lector se cuestione acerca de su propia existencia. Al leer el poema «Una vez», es imposible no simpatizar con esos versos; la poesía de Carneiro logra eso: que uno se convierta en esos versos, que esos versos se conviertan en uno y así, colocando las palabras hasta se convirtieran en una, hacernos entender.
Ella ya no entendía nada
es por eso que parecía mala
por haber dejado de entender pero no era mala era solo que ella
una vez había entendido todo el esplendor en todo su esplendor
Carneiro fue una observadora de su propia existencia, entendiendo «todo el esplendor en todo su esplendor».
En los grandes momentos debo evitar del todo pronunciar palabras
Cristina Carneiro nació en Montevideo el 31 de octubre de 1945.
Luego de la publicación de Zafarrancho solo y Libro de imprecaciones, su poesía se instalará en un silencio que habitará por 44 años, hasta 2019, año en que aparece Para simplificar.
¿Dónde estuvo todo ese tiempo la autora? Poco se sabe; se dice que estuvo en Nueva York, luego en alguna parte de África y finalmente en Londres. Ejerció como traductora especializada en Derechos Humanos.

Fotos que se conozcan de Carneiro hay pocas, «Pruebas de que he vivido no abundan», apenas dos fotografías que parecieran haber sido tomadas con un velo invisible sobre el lente de la cámara. En la primera aparece de perfil, se ve a una muchacha que no mira el lente, observa hacia otra dirección, donde pareciera congelarse un pensamiento. En la segunda tampoco mira al lente, es una foto más actual que la primera, está apoyada en una ventana, el encuadre está torcido y ese encuadre torcido es lo que vuelve aún más enigmática esta fotografía, porque al igual que en la foto, sus poemas se salen de las estructuras.
Cristina Carneiro falleció en 2019 y dejó tres libros de poesía con los que logró ocupar un lugar en la existencia de quien los lee. Fue una poeta que supo manejar el lenguaje con soltura y a la vez con mucho cuidado, con una conciencia de la fragilidad y el peso de las palabras, con un conocimiento claro y astuto, de una sensibilidad irrevocable.

Cristina Carneiro
Tuvo mucho sueño dormía.
Tuvo mientras a su lado mientras transcurría un agua quieta una quieta agua de aristas corría.
No supo soñar no quería.
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