¿Cómo puede ser triste una pintura de un paisaje si no hay una persona triste viéndola?: sobre «I’m Thinking of Ending Things», de Charlie Kaufman

La última película a la fecha de Charlie Kaufman (1958), en la mirada de Gastón Lapaz

Seguramente fue la feria de orquídeas de Moebius lo que me acercó a Kauffman y su nuevo planteo. Dejé en la mesa de luz la La ciudad invencible (2014) de Fernanda Trías, para adentrarme en una historia que por momentos continúa la novela (como una especie de alquimia del relato). Dice Trías que “Hasta las sombras de los cuadros del inquilino seguían allí, huella sobre huella, marcas que se acumulan no solo sobre el cuerpo sino sobre los espacios”.  Los “espacios” del film nos invaden desde el comienzo; es una carretera, será la nieve, tal vez una máquina de coser en descomposición, o simplemente el primero de los paisajes relevantes: ¡un columpio de colores en una casa abandonada! o de cómo empezar a responder la última pregunta.

El film está armado como un puzzle borgeano, repleto de citas perdidas y de objetos que incluso se esconden del espectador. No es solo lo que se ve: todo está teñido, no hay realidad objetiva. Como dice Ricardo Piglia, hay un proceso detectivesco que afrontar, y el espectador pasivo pierde. No hay respuesta correcta, me digo, a mí que siempre me gustó pensar que “Casa tomada” no habla del peronismo (¡qué va!), sino del amor. 

Me queda guardada una cita más de Trías que estoy por olvidar, que dice que “El espiral es algo bueno. La gente cree que es algo bueno, pero el espiral es traicionero. Lo que los pone contento es que hay movimiento”. El auto avanza por la carretera y eso parece distraernos de lo que puede pasar, como suele distraer el movimiento. Pero solo nosotros de este lado tenemos la llave, “una idea es lo único que no se puede fingir”, una pista. Y la radio del auto desde el comienzo anuncia —en tono de pastor de estación— que los pecados son blancos, ¿ el color? El espiral es traicionero, como el relato que uno ha construido de uno mismo. Uno mismo: personaje de su propia novela y de novelas ajenas. El relato: sótano al que muchas veces dejamos de visitar, hasta que una voz… 

Todo es una distracción, las cuatro actuaciones fantásticas (¿como la de Gena Rowland?), la música, las citas de literatura, cine, poesía… las llamadas telefónicas lynchianas (si somos nosotros del otro lado del teléfono), si al final… como en Being John Malkovich (1999), parte del juego es ser el otro.

Hay una interpelación del relato, que debe conmover el nuestro, y esa imagen me parece la más fuerte. Esa tormenta de vientos de la expresión artística buscando modificarnos. ¿De qué vale seguir pescando en esa bañera a sabiendas que no saldrá nada? Me detengo, porque Lucy invoca: “no soy una chica de metáforas”. ¿Qué importa si Lucy, Louis, Amy existen? Por momentos Lucy pasa a ser el autor, que incluso en el análisis de la peli de Cassavetes prende el único cigarro de la película y habla de corrido. Lucy con el cigarro en la mano: la novela que se convierta en ensayo, pausa en la narración. Lo que importa es que Lucy in the sky (la Lucy del poema de la inmortalidad) es nuestra Lucy (de Her, la película de 2014 de de Spike Jonze), es nuestro relato allí expuesto. “Viajar es recordar que hay un mundo fuera de tu cabeza”, ¿el cine no? Y allí estamos, en el asiento de atrás, con la de chance saltar, porque cómo dice ella, solo en las películas se puede saltar del tren.

Pero nos quedamos, volver a casa es terrible, si al final somos como esas ovejas de la granja que comen, duermen, cagan ¿o qué más? Hay una sola respuesta que dar. Podemos quedarnos en Tulsey Town, allí capaz el tiempo no avanza… ¿pero por qué hay algo que huele mal? De nuevo interpelación. Basta un mero descuido para que nos demos vuelta y estemos comidos por gusanos. ¡Pero, otro basta, basta de clichés! “Todo es una mentira, que las cosas mejoran, que Dios tiene un plan para ti, que la edad es un número, que hay alguien para cada persona”. Fake, fake, fake! Pero volver a casa es terrible.

Está muy bien que Lucy siempre sea mujer-personaje-foto-relato (“Las fotos se ven siempre como fotos”) porque desde ese lugar también cuestiona. Él se debe hacer cargo de sus responsabilidades (incluso de las canciones que escribieron sus pares machistas en 1936), la madre no es la culpable de todo, ni la chica de la heladería, ni la historia que nunca sucedió, ¡si hasta se puede negar la muerte! “Está dormida profundamente, podemos irnos”.

Y ahora —recuerdo— Trías de nuevo, la ciudad invencible, Buenos Aires o la granja de Jake, la nieve y el relato de Jake (Lucy-ella). La ciudad invencible como Tulsey Town es una excusa para decir que lo invencible somos nosotros mismos. Puede ser cualquiera la profesión de Jake/Lucy, puede ser una granja o un apartamento, puede ser el perro que está y no está, pero lo que persiste es uno. “Pienso en lo que ya pensé en otra ciudad y en otro cuerpo. Espejismo… Cambia lo que permanece en el recuerdo reeditado incontablemente hasta convertirse en verdad”. La ciudad invencible es la persona ideal invencible, que al final es tu recuerdo repetido (¿Deleuze?) que pelea contra la niebla para ser verdad (vejez, ¿alzhéimers diarios?) 

Y cómo respondemos la pregunta, “Ve, y pon a lavar el maldito camisón, y verás respondida tu pregunta con lo que encuentras en la lavadora”, podría gritarnos ella-madre, que cual personaje de La rosa púrpura del Cairo (Woody Allen, 1985) ya ha dejado de estar al frente para estar a nuestro lado, en el asiento del auto, viendo la caricatura de Tulsey Town que nos busca distraer de nuevo (y allí otra mujer-poder). El amor es el único acto de lógica, repite el discurso de Una mente brillante (Ron Howard, 2001), y tal vez —pienso aun inundando por el aroma a orquídeas que nunca se fue—, aunque es muy raro tener un acto propio, este puede ser el menos imitable. Pienso que afortunadamente tenemos un paisaje como el de Kauffman, que nos ha pedido que completemos la foto. El espectador triste ante este mundo ahora —y siempre— pandémico que sabe estar fuera de cuadro. Es que es horrible volver a casa: por eso decidimos quedarnos un rato más thinking of ending things.

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