El bestiario del rock: sobre «Los caballos de Patti», de Pato Segovia

Los caballos de Patti, segundo libro escrito e ilustrado por Pato Segovia (1979), en la mirada de Yael Erlich

Editado en noviembre de 2020 y con Patti Smith como protagonista, Los caballos de Patti es el segundo libro de la serie “libros de rock” de la editorial Topito y sucesor de Mi primer libro de rock (2017), ambos escritos e ilustrados  por Pato Segovia —docente graduada de bellas artes, cofundadora de Topito e ilustradora de Las aventuras de Jirafa y Perrito (2012), de Manuel Soriano, y Fush: biografía de un perro (1933; 2017), adaptación del libro de Virginia Woolf, entre otros— y surge producto de la cuarentena frente a la llegada de la COVID-19 a Montevideo en marzo de este año, como un libro sobre la libertad que se gesta como escape al encierro. 

Inspirado en canciones, su título hace referencia a Horses (1975), álbum debut de Smith que le significó el título de “madrina del punk” y es incluso hoy su disco más conocido, sobre todo por la canción “Gloria”, que pronto se transformaría en un himno con el controversial verso “Jesus died for somebody sins but not mine”, que lejos de ser una sentencia anti-Jesús es una declaración de independencia.

En el caso del libro, no sólo su nombre hace referencia al disco, sino que también la ilustración de su portada simula la tapa del original, que es una foto de Patti en blanco y negro tomada por su amado Robert Mapplethorpe: el corte de pelo, la vestimenta, la postura, la expresión en su cara son imitadas por Segovia como homenaje.

Que el personaje principal de la historia fuese una mujer no es por eso casualidad: la autora busca hacer énfasis y marcar el lugar de la mujer en una escena tan masculina como es la del rock. Caracterizado por una vinculación creativa entre texto e imagen, se destaca la cooperación entre los códigos que lo ubican en la categoría de libro-álbum. Si, como sostiene Cecilia Bajour en La orfebrería del silencio. La construcción de lo no dicho en los libros-álbum (2017), en el “arte de narrar con palabras e imágenes la espera se combina con el movimiento secuencial”, entre la pausa y el avance, el silencio produce sentidos. Invita, sigue la investigadora, a detenerse en los “modos en que los textos construyen lo sugerido en relación con lo mostrado” para “abrir el juego y compartir con los lectores las resonancias de lo que se esconde y lo que asoma”. De este modo, implican un concepto de niñez a la que se le puede presentar desafíos, un respeto de la asimetría que no implica desvalorización sino la valorización del lector, ya que jerarquiza la polisemia al considerar al niño como un destinatario al cual puede ofrecerle una amplia gama de enigmas humanos y experiencias.

Acercarse a este tipo de libros como experiencia estética y como disciplina convoca una avidez de sorpresa, tan humana como alejada de edades y cronologías. De hecho, en una entrevista Segovia confiesa que el público destinatario del libro es el adulto. Los caballos de Patti cuenta, a través de las potencias del libro-álbum que enumera Bajour, las aventuras que transita la protagonista en busca de sus hermosos caballos, a los que hace tiempo no ve, un viaje en el cual la acompaña un perro mutante, canciones, animales y muchos amigos que no son otros que íconos del rock, lo que hace de esta una historia de amistad y rebeldía.

El primero en entrar en escena es Elton John, acompañado por un cocodrilo que nos lleva a su canción “Crocodile Rock”, escrita cuando el cantante estaba de gira por Australia y bajo la influencia de la banda local Daddy Cool, que lo cautivó con su sonido diferente. A John lo sigue Frank Zappa que “sólo tiene ratas”, en referencia a su primer disco realmente solista, Hot Rats (1969), una obra con tanta imaginación, humor y libertad que podría estar dirigida a la vez a niños, “drogones”, rockeros o fans del avant-garde. Como no podía ser de otra forma, Smith se encuentra luego con Keith Richards, que nos enseña sobre caballos salvajes, lugar que se ganó por la canción “Wild Horses”, que pertenece al disco de los Rolling Stones Sticky Fingers (1971). La canción, que fue escrita originariamente por Richards pensando en el dolor que le causó tener que separarse de su primogénito Marlon para irse de gira, más tarde sería editada por Mick Jagger, que estaba inmerso en el final de su noviazgo con Marianne Faithfull, por lo que  adquirió un doble significado.

En el recorrido, Patti se sigue encontrando con íconos del rock como Iggy Pop, que se ofrece a transformarse en su perro en referencia a la canción “I wanna be your dog”, grabada cuando Iggy formaba parte de los Stooges un par de meses antes de que se hiciera Woodstock, y que sería denominada como el primer himno de dicha banda, aunque pasara inadvertida hasta que el punk rock la reivindicó.

Junto a unos ponis de colores, más adelante Patti encuentra a Joni Mitchel, en una escena inspirada por su canción “The circle game”, que aborda ritos de iniciación de un niño, y, como en la vida real, se encuentra con Bob Dylan, y más adelante aparece Lou Reed con su propia búsqueda: la ubicación del zoológico. Antes de continuar su viaje, Patti le advierte a Lou que los zoológicos están desapareciendo, evento que nos ubica temporalmente en el ahora.

Otra pista de que la historia sucede en la actualidad es cuando se encuentra con Ozzy Osbourne, que está comiendo un murciélago (tal como lo hizo en 1982, en un concierto en el que presentaba su disco solista tras ser expulsado de Black Sabbath) y le dice que no es el mejor momento para andar comiendo murciélagos, un guiño evidente a la situación pandémica actual, cuyo presunto origen fue por haber consumido una sopa de este animal. 

Otros amigos que nos cruzamos acompañando a Patti y al perro Iggy son Kim Gordon de Sonic Youth, Cat Power, Eddie Vedder de Pearl Jam, John Lydon (más conocido como Johnny Rotten) ex Sex Pistols y actual Public Image LTD, Nick Cave, Tom Waits y Ian Anderson, fundador de Jethro Tull y conocido como el flautista de Hamelin del Rock.

Abarcando distintas disciplinas del arte como la música, el dibujo y la literatura, este libro está lejos de pretender un final necesariamente feliz: su desenlace puede ser abierto, inconcluso e incluso conservar incertidumbre, drama y tensión. Para punkis de todas las edades.

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