Espero a que alguien me pregunte qué vi, con quién, dónde estuve: sobre la poesía de Nika Turbiná

Magdalena Portillo escribe sobre la poesía de la poeta rusa Nika Turbiná (1974-2002)

Nika Turbiná nació en Yalta (URSS) un 17 de diciembre de 1974 y a la edad de tres años comenzó a recitar versos que luego su madre y su abuela se encargaban de redactar. Cuando su madre le preguntó de dónde sacaba esos versos, ella le contestó que alguien se los dictaba. Una voz. Nika padecía asma, lo que hizo que por las noches tuviera miedo a dormir, ya que pensaba que se ahogaba y encontraba consuelo únicamente en la poesía. Se quedaba despierta en su cama y comenzaba a recitar. Aunque había veces en que despertaba a su madre para decirle que la ayudara, porque eran los poemas los que la estaban ahogando y no la dejaban dormir.

Al tiempo su abuela, que trabajaba en un hotel, se enteró de que allí se hospedaba el poeta y periodista Yulián Semiónov y no dudó en enseñarle los poemas de su nieta, que en ese entonces tenía siete años. Semiónov quedó sorprendido al ver la calidad de los versos de Nika, y decidió publicarlos en uno de los diarios más leídos de la Unión Soviética. Pronto comenzaron a leerla en todos los rincones del país. Su primer libro, titulado Primer borrador, lo publicó a la edad de diez años. Con un prefacio del poeta Yevgeny Yevtushenko, venía acompañado de un LP en donde se podía escucharla recitando sus poemas y fue traducido a doce idiomas. En 1988 volverá a reeditarse, esta vez con poemas agregados. Al año siguiente de la publicación de su primer libro, Nika es reconocida con el León de Oro en el Festival Internacional de Poesía de Venecia, que ya había recibido otra poeta rusa, Anna Ajmátova, de quien decían que era discípula.

En 1991 se publica Pasos hacia arriba, pasos hacia abajo, que será su último libro publicado en vida: en 2004 se edita Para no olvidar, una selección de poemas póstumos y en 2018 se edita en Argentina La infancia huyó de mí, una traducción de poemas a cargo de la poeta Natalia Litvinova por la editorial Llantén. A pesar de que en el último período de su vida Nika ya no publicaba, seguía escribiendo y estas dos últimas publicaciones así lo demuestran. Escribía poemas que no mostraba a nadie y fueron encontrados entre sus cosas. 

Con la publicación de sus poemas en la prensa y su primer libro, Nika comienza a realizar giras que la llevarán a varias ciudades de Rusia y también a Estados Unidos. La gente no salía de su asombro al ver que la autora de esos versos que hablaban de ausencia, la tragedia de la vida y el dolor era una niña que recitaba sus poemas de memoria, marcando el ritmo con las manos, golpeándose el pecho y que, con los ojos, gritaba, susurraba como un ángel triste en medio de un mundo que definitivamente no estaba hecho para alguien como ella. Pronto, sin embargo, toda esa fama de la niña prodigio comenzó a apagarse. Los periodistas ya no mostraban interés en ella y su mentor Yevtushenko también comenzó a alejarse y, aunque los psicólogos habían advertido sobre las consecuencias de la fama repentina en alguien de tan corta edad, sobre cómo eso podía afectar su psiquis, nadie escuchó. Su descenso coincide justamente con la Perestroika, que marca el fin de la Guerra Fría y la desintegración de la URSS y que llevó al colapso económico, a la crisis.

Ya nadie estaba interesado en la poesía, a nadie le importaba si había una niña escribiendo versos dictados por una voz. Lo único que importaba era sobrevivir.

¿Podemos simplemente quedarnos en silencio?
Las novedades del día

Espero
a que alguien
me pregunte
qué vi, con quién,
dónde estuve.
Entonces abro mi libro de novedades.
¿Quieren oír noticias?
Quién murió, quién se fue,
quién se quedó solo…
¿Podemos
simplemente quedarnos en silencio?
Observemos por la ventana
el último tranvía que pasa…
Me gusta mucho la casa adormecida.
Y cuando las novedades del día
se cubren de polvo.
Yo entiendo,
no es a mí a quien esperan.

La poesía de Nika está marcada por la soledad. Por el sufrimiento que le provocaba saber que otras personas también sufrían. Cuando en una entrevista un periodista le preguntó por qué sufría, ella respondió: “Sufro porque vivo”  “El mundo no tiene color. Algunas personas están muriendo, algunos niños están muriendo y, con mis poemas, pretendo romper esos muros que separan el mundo”. 

Mi voz se ha convertido en una herida

Nika escribía para exorcizar el dolor. Buscaba consuelo en las palabras. Le aterraba la idea de tener que esperar a alguien a quien poder contarle cómo se sentía: como una muñeca rota a la que habían olvidado colocarle un corazón, abandonada en un rincón oscuro, en la que nadie mostraba interés. Así se sentía y así lo decía en sus poemas. Su poesía es un grito de auxilio que no pudo ser escuchado a tiempo. Versos desgarradores visto desde los ojos de una niña que a medida que iba creciendo fueron volviéndose más y más reales. Nika era una niña haciéndose preguntas poco comunes para alguien de su edad. Nadie sabía cómo dirigirse a ella. Nadie entendía cómo alguien de su edad podía escribir de forma tan madura, pero lo hacía y contestaba a esto con total tranquilidad, diciendo que la poesía no tiene edad.

¿Por qué en el mundo el dolor es tan negro?
¿Quién soy? ¿con los ojos de quién miro este mundo?

Lo importante, decía ella, no era ser poeta: no le interesaba ser poeta, le interesaba saber quién era, intentar comprender los versos que escribía, intentar plasmar en ellos todas sus inquietudes. De tono confesional, su poesía está llena de interrogantes, está pidiendo al mundo que le explique por qué se siente como se siente, pero nadie estaba dispuesto a calmar su existencia. Solo querían escucharla, aplaudirla, la veían como un fenómeno poético, cuando la verdad solo era una niña que decía no saber de palabras ni de notas, solamente de esa sensación extraña que sentía y que la llevaba a escribir, esa sensación que era el sonido que llenaba la casa. Un sonido misterioso.

La eterna niña que leía Maiakovsky porque su poesía le daba fuerzas. La niña arrastrando con los años el perfume de la infancia, aquella infancia marcada por la devoción de los extraños que la escuchaban recitar, aquella infancia que, como bien marca el título de sus poemas publicados en Argentina, huyó de ella. Con una visión trágica de la vida. Con la soledad presente en cada uno de sus versos, y con el sentimiento de no poder compartir con nadie todo aquello que sentía. Una vez en la que se refirió al amor que había vivido con una persona, dijo que había sido trágico y hermoso, como una rosa pisoteada, imagen que me parece acorde para definir su poesía.

A Nika le gustaba sentarse en el alféizar de la ventana con sus piernas colgando en el aire. Cuentan que lo hacía siempre. Pero aquel día, en 2002, cayó, y esa caída le provocó la muerte. 

Cumpleaños

Por descuido olvidé 
mi cumpleaños.
O tal vez, 
no quiero volver la aguja del reloj
hacia la infancia.
Temo perder aquel misterio de la vida
que con aprecio me daban las personas
olvidándose de sí mismas.

Borrador

Mi vida es un borrador
donde las letras son constelaciones…
Todos mis días están contados por adelantado.
Mi vida es un borrador.
Todas mis suertes y mis desdichas
quedan plasmadas en él
como un grito desgarrado por un tiro.

La lluvia. La noche. La ventana rota

La lluvia. La noche. La ventana rota. 
Y los trozos del cristal se atoraron en el aire
como las hojas que no alcanzó el viento.
De repente el estrépito. Exactamente así
es como se desprende la vida humana.

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