Nathy Peluso es la invitada en el programa español El hormiguero. Está hablando sobre sus ojos y se señala la cara. Diez uñas larguísimas, blancas, con letras rojas que forman las palabras «Nasty» y «Girl», llaman la atención del entrevistador. «Dime una cosa, Nathy, con esas uñas…» empieza a querer preguntar Pablo Motos, pero es interrumpido por la cantante. «Lo hago todo, mi amor, lo hago todo. Una mujer resolutiva, una inventa las maneras» se apura a decir ella. El entrevistador responde que no se puede llevar una vida normal así y Nathy empieza a enumerar las actividades que le cuesta llevar a cabo: pelar camarones, apretar el botón de la cisterna del baño, colocarse lentes de contacto, sacarse un moco, ponerse pendientes. Da algunos consejos, como utilizar más los pulgares o los nudillos para los botones, y culmina con determinación: «¿Pero sabés qué pasa? Son tan hermosas que me vale la pena hacer el esfuerzo». Se escuchan aplausos en el estudio, ella sonríe victoriosa.
La reina mundial de las uñas es Rosalía. Cantantes de fama internacional como Beyoncé, Rihanna o la rapera Cardi B llevaban ya varios años luciendo dedos puntiagudos y esculpidos cuando apareció una catalana que redobló la apuesta. Rosalía canta y en cada una de sus manos danzan cinco serpientes eternas, sensuales, peligrosas. Mundos en los que conviven colores, brillos, diamantes, piedras y adornos diminutos. Son la pregunta obligada en cuanta entrevista se le haga, y Rosalía siempre responde lo mismo. «Creo que tener uñas largas es un símbolo feminista radical. Muy extremo. Es más que simplemente estar linda, se trata de poder» le dijo a The Guardian en junio de 2019, y ese mismo mes lo repitió para Brut, agregando que también pueden ser interpretadas o incluso utilizadas como arma. El videoclip de «Aute Cuture» comienza con su mano abriéndose como un abanico al tiempo que se escucha el sonido metálico y filoso de una navaja. El universo de la canción está poblado por hombres y mujeres que asisten a salones de belleza barriales y se hacen una manicura cargada de excesos. Rosalía ataca al conductor de un auto y le deja tres profundos tajos en el rostro. Sus uñas pueden producir el mismo daño que las garras de adamantium de Wolverine o las zarpas de un gato, pero la diferencia es que no son retráctiles. Están siempre a la vista para lastimar, seducir o hipnotizar, y durante un período fueron su marca identitaria de trasgresión y extravagancia. Hoy resulta difícil encontrar una cantante de trap, rap o pop que no haya sucumbido a esta moda. Billie Eilish, Lali Esposito, Lizzo, Nicki Nicole, Jimena Barón, Lady Gaga, Cazzu, Bad Gyal, Candelaria Tinelli y Tini Stoessel, por nombrar sólo algunas, aprovechan el momento de sostener un micrófono para exhibir orgullosas el diseño y la textura novedosa de sus garras.
En una entrevista de Luis Novaresio, la legisladora Ofelia Fernández acerca a la cámara sus uñas esculpidas con una imagen en miniatura de la boleta del Frente de Todos. La moda del nail art no sólo conquistó a las cantantes sino que se expandió y llegó a actrices, conductoras y figuras políticas que buscan expresarse en diez láminas de queratina. Hay opciones con obras pictóricas, marcas, clubes deportivos, animales, frases, fotos o mini esculturas de personas famosas, paisajes, diseños inspirados en movimientos sociales o artísticos, acontecimientos históricos, religiones. Si bien los nuevos métodos y tecnologías para endurecer, complejizar y prolongar la duración del trabajo amplían las posibilidades, la idea de pintar e intervenir la punta de los dedos surgió hace siglos.
Las mujeres de la India comenzaron hace más de 5000 años a teñir sus yemas con henna, práctica que más tarde se extendió al Antiguo Egipto, donde se cree que los tonos más vibrantes eran exclusivos de las altas jerarquías. El primer esmalte se fabricó en China alrededor del año 3000 a.C, y también tenía colores y combinaciones reservados para los miembros de la realeza. Con el tiempo, a la mezcla de productos accesibles como la cera de abeja o las claras de huevo se le agregó ingredientes costosos como oro y plata. Fueron actrices de Hollywood, entre las que se destacan Rita Hayworth y Joan Crawford, quienes se encargaron de popularizar esta práctica en Occidente a partir de la tercera década del siglo XX, época en la que la maquilladora francesa Michelle Menard se inspiró en la pintura para autos con el fin de crear un producto de fácil comercialización que en lugar de colorear la uña colocara una capa de esmalte sintético en su superficie. A la creciente variedad de colores se sumó un descubrimiento accidental en los años 50, cuando el dentista estadounidense Frederick Slack utilizó acrílicos de implantes dentales para reemplazar una uña rota, dando origen a las uñas esculpidas. La opción de alargar y embellecer la punta de los dedos comenzó a ser accesible y, si bien su popularidad fue intermitente a lo largo de las décadas, hubo siempre referentes que proponían nuevas tendencias: Donna Summer, brillantes y ovaladas; Cher, rectangulares y un poco más opacas; Britney Spears, más cortas con bordes bien rectos.
La información que revela una mano sobre el status de una persona cambia de acuerdo al contexto. Una uña larga de rojo vibrante y glitter dorado que en otro momento hubiese sido elegida sólo por mujeres chabacanas y ordinarias, hoy es deseada y admirada por it girls multimillonarias. Sin embargo, hay algo que no cambia: esa uña perfectamente pulida y pintada únicamente puede habitar dedos que no tienen la necesidad u obligación de desarrollar muchas de las tareas históricamente delegadas a las mujeres. Las uñas de moda impiden lavar una prenda a mano, cambiar los pañales de un bebé o amasar un pan, y eso podría considerarse un símbolo de resistencia feminista frente a los mandatos sociales, si no fuera porque además dificultan la autonomía para ejecutar acciones tan sencillas como abrir una lata de cerveza o elegir a qué piso queremos que nos lleve un ascensor.
La licenciada Cecilia Ce está explicando en su columna en Perros de la calle cómo estimular el clítoris desde atrás introduciéndose dedos en la vagina. Una de las conductoras del programa, Evelyn Botto, intenta entender el movimiento reproduciéndolo con sus propios dedos índice y anular, dejando ver unas uñas de tres colores, punta cuadrada, tamaño extra large. «Sin estas uñas, claramente», se da cuenta Evelyn. El resto de los conductores ríe y hace comentarios al respecto: que capaz Evelyn no está en esa búsqueda, que puede usar guantes para lavar los platos. Minutos más tarde, Cecilia Ce está enseñando el funcionamiento de un juguete sexual de silicona que se puede manipular con un dedo, como un títere. «Esto soluciona la uña», dice Cecilia, como si tener uñas que inhiben la posibilidad de autosatisfacción sexual fuera una discapacidad incurable que se resuelve con la ayuda de un dispositivo y no el resultado de una decisión estética por la que se paga.
En febrero de 2020 un video de Tik Tok muestra las dificultades diarias que enfrenta una persona con las uñas demasiado largas. Cinco dedos con conos de papel en las puntas intentan sin éxito destapar un shampoo y una caja, levantar una moneda del suelo, abrir la heladera. Un mes antes había sido la entrega de los premios Grammy y Rosalía había declarado que no tenía ningún inconveniente para transitar su vida con normalidad, que podía incluso escribir en el celular sin problemas y que todo era cuestión de práctica. Al igual que Nathy Peluso, se mostraba convencida de que el glamour y la belleza hacían valer el esfuerzo. Una búsqueda de belleza femenina que se empeña en complejizar acciones básicas. Tacos que impiden correr, botox en los labios que enrarecen la vocalización, ropa ajustada que dificulta la respiración, uñas que no dejan tocar el piano, cerrar el puño, modelar una escultura, trepar un árbol, meter el dedo donde cada una quiera. A lo largo de la historia las mujeres se han acostumbrado y superado esos innecesarios obstáculos sin siquiera quejarse, pero Rosalía ve el Tik Tok y decide dejar a un lado la hipocresía de su discurso. Las uñas pueden ser atractivas y magnéticas, pero también insoportables. Pueden darle un poder simbólico al tiempo que le arrebatan un poder concreto. «Real que sí» escribe junto al video que comparte en sus redes. Porque si de algo están cansadas todas esas mujeres que a diario se visten con atuendos incómodos, se maquillan con mil productos y se esfuerzan por estar constantemente espléndidas, es de encima tener que fingir que todo les resulta tan fácil.
La imagen que acompaña este artículo es un fotograma del videoclip de la canción «Aute Cuture», de Rosalía, dirigido por Bradley & Pablo.
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