Hace unos días Lali enseñó a armar un «viajero» de Fernet en «El Hormiguero», un programa de televisión español. Lo sé porque lo vi. Demasiadas veces lo vi. Me apareció el video en Instagram, en los sitios de farándula que sigo, leí la noticia en medios argentinos y uruguayos. Página 12, Clarín, La Nación, Infobae, El Observador, Montevideo Portal; todos decían mirá qué buena onda es Lali, tan diva y a la vez tan pueblo, tan fiel a sus raíces, tan nuestra que lleva la cultura de la calle argenta a un estudio de grabación europeo.
Lali corta una botella de Coca Cola con un cuchillo, quema el borde con un encendedor y explica que ese truquito sirve para que no nos lastimemos los labios mientras tomamos Fernet de camino al boliche. «Esto es algo muy de barrio, Pablo, esto no se hace en todas las casas de Buenos Aires, esto se hace en los barrios como el que yo crecí», aclara Lali, y el conductor, Pablo Motos, demuestra que está entendiendo por dónde viene la mano cuando dice: «Los pijos (chetos) no lo hacen». «Mmm…no», confirma ella mientras toca suavemente con la yema de sus dedos manicureados el plástico blando recién quemado. «Alguno que otro, por hacerse el guay, pero no», agrega Lali, y al rato decide no usar la pinza para agarrar el hielo. «Vamos a hacerlo con la mano, porque ya que estamos en la jerga de la calle esto se hace así», comenta risueña, y finalmente revuelve la preparación con el dedo índice. Una auténtica piba de barrio.
«Que en mi cama, no voy a dormir / Un viajero pa’ antes de salir / Donde sea, la vamo’ a seguir», canta Tini en uno de los últimos temas que sacó, «La Triple T», y me sorprende (me indigna incluso, podrían haber tirado media hora con esto) que ningún programa de chimentos haya deslizado la hipótesis de que Lali se refería a Tini cuando hablaba de los pijos que se arman un viajero para hacerse los guays. Uno de los principales argumentos de las y los soldados del «Team Lali» pone el foco en su pasado humilde en Parque Patricios: mientras Tini creció en una familia acomodada, con un padre productor de Tinelli y Susana, Lali canta en «Laligera» «Todo lo que tengo es mío desde cero / Nací con brillo pero sin dinero / Para ganarme sola el mundo entero«. A mediados de julio Leo García se sumó al debate en torno a la grieta que divide a los fans de ambas popstars argentinas publicando un tweet: «La Tini diciendo ‘mijente’, nena saliste de cuna de oro, estás ahí por tu viejo y tu música es de pendeja despechada que lo único que piensa con quién estará el tóxico de tu chongo». En los días siguientes el músico derrapó con una serie de mensajes misóginos y violentos hacia Tini y sus seguidoras, pero hubo uno que me gustó porque incluía un neologismo que pareciera ser de suma utilidad en estos raros tiempos que nos toca vivir: «El vicheto, villeros que quieren ser chetos, y los chetos quieren ser villeros».
La bailarina Barby Franco y el mediatiquísimo abogado Fernando Burlando esperan a su primera hija. Barby, que creció en la Villa 21-24 de Barracas pero ahora es millonaria, contó emocionada que tenía ganas de hacerle una remodelación al cuarto de la niña para no olvidar sus orígenes, «un pedacito de techo de chapa para que cada vez que llueva escuche ese ruidito». Solo un pedacito, un ruidito; no sea cosa que el recuerdo de la pobreza lo invada todo y le impida dormir. A los pocos días Burlando visitó el programa Socios del espectáculo y le preguntaron si le estaba cumpliendo el deseo a su pareja. “Hay un batallón de gente preparando ahora precisamente eso”, respondió él, agregando que para hacer la refacción habían tenido que tirar abajo una pared. «Está bien, es un gusto que nos damos», concluyó. Hay que ver lo caro que resulta jugar a ser pobre.
El esfuerzo de las y los ricos y famosos por mostrarse como «gente común que se hizo de abajo y no se olvida de dónde vino» fue patetizándose a medida que avanzaba el uso de las redes sociales, pero mis dos casos preferidos sucedieron en televisión. El primero tiene como protagonista a Jorge Rial. Durante una Gala de Gran Hermano 2011, programa que Rial conduce, uno de los participantes, Emanuel, está enojado, así que putea y refunfuña. Rial intenta pararle el carro: «Lo único que te pido es esto. Esto no es una pelea de barrio ¿Vos sos de San Martín? Yo soy de Munro. Te lo quiero decir por las dudas. No soy de Barrio Norte o de Belgrano. Tengo los mismos códigos que vos», y a partir de ahí se dan algunos intercambios graciosos: «¿Sabés la cantidad de calle que te falta?», pregunta Rial, «Sí, no sabés, a vos también», responde Emanuel. «Sos muy buen tipo», intenta calmar las aguas Rial, «Ya sé», dice Emanuel, y en determinado momento se empiezan a llamar por sus respectivos barrios, como si fuera un insulto, «Sí, Munro», «Dale, San Martín». Es evidente que el intento de barrialización del conductor no convenció a Emanuel, y cuando Rial decide cortar la comunicación con la casa y volver al estudio, la tribuna grita «¡Expulsión, expulsión!», porque entiende que Emanuel se sobrepasó, que no alcanza con compartir «los mismos códigos» para generar un intercambio horizontal: «San Martín» es un simple participante; «Munro» uno de los tipos más poderosos de la tele, el que decide cuándo termina la charla y qué consecuencias tendrá la pelea. Mi segundo momento preferido de humildad barrial tiene como protagonista a la mismísima Lali.
Es la entrega de los Premios Martin Fierro 2016. Lali pierde contra Natalia Oreiro en la terna «Actriz protagónica de ficción diaria» pero al rato la novela que protagonizó, Esperanza mía, gana el premio a la mejor ficción diaria y ella puede finalmente dar un sentido y acaparador discurso. Luego de agradecer a Adrián Suar, Mariano Martínez y todos esos, arranca el monólogo que traía ensayado: «Yo iba al colegio primario San Luis en Parque Patricios y a la vuelta había una estación de servicio en la que todos los días cargaba nafta para ir a grabar muy lejos, donde trabajaba con Cris Morena, que eran mis primeros pasos. Un día, José, el señor que trabajaba en la estación de servicio, me regaló un Martín Fierro de juguete y me dijo ‘Tomá, nena, para que vayas practicando’”. La anécdota suena forzada, demasiado autorreferencial, desubicada diría, en un escenario con cerca de 15 personas que están esperando para agradecer un premio que es para todo el equipo. Y este es uno de los problemas de los vichetos: en su afán por demostrar que nunca dejaron de mirar para atrás, se olvidan de mirar para los costados. Parque Patricios, sus esfuerzos de niña trabajadora y su memoria para los nombres (o apodos, mejor, más de la calle, viste) de «gente común» que pasó por su vida son temas recurrentes en entrevistas a Lali. Incluso las similitudes con su contrincante en esos Martin Fierro, la uruguaya Natalia Oreiro, son notorias: los personajes de ambas mezclan un aura de sofisticación y divismo con vocabulario y gestualidad que las hacen parecer «una más». Tanto la mencionada canción «Laligera» como «Río de la Plata» de Oreiro son odas a la meritocracia en las que se cantan a sí mismas en un vergonzoso autoaplauso por los logros obtenidos a pesar de la adversidad. En el video de «Laligera», la cámara recorre Parque Patricios, en la canción que Nati hizo para el Mundial de Rusia 2018, «United by Love», el escenario es El Cerro, barrio natal de la montevideana. Ambas renuevan año a año sus cargos de Embajadoras de la cultura popular y nos encanta verlas triunfar en el extranjero a la par que mantienen viva la memoria de su humildad barrial, como si acordarse fuera un fin en sí mismo y no un punto de partida para modificar el presente.
Blühend Crystals, una empresa de joyería y cristales que en las últimas semanas fue criticada por el precio al que vende los brillitos que se pone Emilia Mernes abajo de los ojos, fue la encargada del diseño de un vaso para Lali. «7500 cristales y mucho amor en el proceso del Disciplina Crystal Tumbler que hicimos para Lali», escribieron el 26 de julio en su Instagram junto a un video en el que cuentan que el objeto en cuestión está lleno de minúsculos cristales pegados uno por uno que dibujan unas cadenas y una letra «L», que lo realizaron entre dos personas y les llevó una semana entera de trabajo. Podemos fantasear con la posibilidad de ir caminando de noche por calles oscuras con un viajero de Fernet que pasa de mano en mano hasta llegar a la de Lali. Pero ella toma de otro vaso, mijente.
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