El rewatch pandémico: sobre «Talking Sopranos», de Michael Imperioli y Steve Schirripa

Andrés Gómez Caram vuelve, otra vez, a los Soprano de la mano del podcast Talking Soprano, que conducen los actores Michael Imperioli y Steve Schirripa

“El que no lee, a los 70 años habrá vivido solo una vida”, dicen que dijo Umberto Eco. Comenzar con una frase digna del meme de Facebook más pixelado no será lo más elegante, pero es un cita del piamontés que me gusta mucho, tal vez porque sirve para justificar el insaciable apetito por la lectura, o por las historias en general, así sea teatro, novela, cine o televisión. En esta última categoría, de Los Soprano se podría decir que es como una de esas grandes novelas del siglo XIX, llena de personajes y miserias humanas, llevada a la TV.

“Lo único malo de Los Soprano, es que se termina”, me gusta decirle a la gente que aún no la vio. Igual de insoportable que citándome a mí mismo soy insistiendo a cualquiera a quien estimo —aunque sea un poco— con que no se pierda de ver una de las dos mejores series de la historia junto a The Wire (para la cual también uso la misma frase fastidiosa y evangelizadora).  Es que salvo errores humanos, la serie es perfecta y, en efecto, su gran problema es que es finita. Solo las plataformas digitales de streaming —y la piratería— han apenas logrado prolongar un poco más su vida. Y, paradójicamente, la letal pandemia de Covid-19 le dio una inyección extra de vitalidad.

Millones de personas en todo el mundo —entre las que me incluyo— buscaron refugio en el rewatching de las series, películas o shows de TV favoritos, de esos que todos tenemos, capaces de hacernos olvidar todo por un rato. Algunos prefirieron —¿prefieren?— comedias livianas como Friends; otros, clásicos del cine, ya sea la trilogía de El Padrino —astutamente agregada al catálogo por Netflix— o alguna de Kubrick, o Tonto y Retonto, no importa; también están quienes eligen series de largo aliento, como Mad Men o, por supuesto, Los Soprano.

En mi caso se trató de un re-rewatching, o sea que era la tercera vez que la veía. Las primeras fueron los estrenos en HBO, cuando había que seguir las series de forma semanal y esperar a la que viene, porque no había alternativa y el binge watching no se había inventado aún —había que tener todos los DVDs y el reproductor para ello. Hasta recuerdo haber visto algún capítulo en Canal 12, doblado al español latino, donde, si mal no recuerdo, la voz de Tony Soprano era la del mexicano Humberto Vélez, famoso por haber doblado a Homero Simpson. La emitida por el canal uruguayo era una versión donde se perdía el acento de New Jersey, el slang de la mafia y todos los italoamericanismos que tanto condimentan la serie —¿Paulie “Walnuts” Gualtieri hablando en español neutro? ¡Madonna!—. Mi segunda vez con la serie fue hace algunos años, post 2008, ya en la era del smartphone y la fibra óptica al hogar, igual que ahora.

Los rewatchs no solo nos llevan a un lugar seguro y disfrutable, también son instancias en las que es posible apreciar detalles imperceptibles en una primera mirada: simbolismos, miradas, pequeños gestos, subtramas, referencias, chistes internos entre la gente que trabajó en el programa o película. La sumatoria de todos esos detalles llenan los foros de internet, las cuentas de fanáticos en redes sociales, los memes, las plataformas de video streaming o la prensa. En el caso de Los Soprano, también parte de la academia: solo basta hacer una búsqueda en Google Scholar para que salgan varios papers, entre los cuales se encuentra el de mejor título alguna vez escrito: “‘Fat Fuck! Why don’t you take a look in the mirror?’: Weight, body image, and masculinity in The Sopranos”, por Avi Santo —sí, los loquitos de la serie podrán recordar uno de los mejores chistes gordofóbicos de la serie con (¿cuándo no?) Bobby “Baccala” Baccalieri como blanco.

Pero el último y más sofisticado artefacto de prolongación de vida de la serie y rewatch obsesivo ha sido el podcast Talking Sopranos. Concebido previo al Covid-19 y dado a luz en plena pandemia, el show es conducido por Michael Imperioli (Chris Moltisanti en la serie) y Steve Schirripa (Bobby “Baccala” Baccalieri). La consigna: analizar temporada a temporada, episodio a episodio, casi que cada escena de la serie. Un capítulo puede variar entre hora y media o tres. No hay límite de tiempo, solo estructura: se comienza con un invitado (usualmente actores, directores o productores que formaron parte de la serie) y luego —chivos por medio— se pasa a analizar el episodio. Aquí la dupla Imperioli-Schirripa se luce: el primero le da la seriedad y el nivel intelectual, el segundo, el humor y la desfachatez (perdón, nací en los 80). 

Ambos conductores tienen un background similar: salidos de familias de clase trabajadora y criados en los barrios populares de los boroughs neoyorquinos (Bronx Imperiorli, Brooklyn Schirripa) y descendientes de italianos del sur —la madre de Schirripa es judía, pero fue educado como católico, aunque no reniega de sus raíces maternas—, tanto Michael como Steve tuvieron que trabajar arduamente para llegar a donde están y vivir de lo que les gusta. No fueron actores que tuvieron el camino despejado hacia la fama y el reconocimiento. A lo largo del podcast suelen aconsejar a los actores jóvenes: hay que salir a buscar, nadie te va a llamar, y hay que tener un poco de suerte también.

Imperioli, a pesar de haber trabajado años como mozo —entre otras cosas— ya contaba con una carrera actoral —principalmente en cine independiente, aunque todos recordamos su pequeño y trágico rol como Spider en Goodfellas— al sumarse al elenco de Los Soprano. Es un cinéfilo, melómano y lector empedernido. Es quien apunta sobre las referencias al cine clásico presentes a lo largo de la serie, recomienda libros, busca simbolismos más intrincados y capta referencias valiosas que además hacen que uno las vaya a buscar —sin ir más lejos, el sábado pasado me vi The Killing of a Chinese Bookie (Cassavetes, 1976) por insistencia de Imperioli y recomendación añeja y desoída de mi primo Germán—.

Schirripa hizo otro camino. Además de una carrera de basquetbolista universitario frustrada y trabajos como repartidor de pizzas en Las Vegas, contaba con una ya larga trayectoria como entertainer en la ciudad del pecado, donde sigue trabajando: shows en casinos (algunos cancelables según los estándares actuales), comediante, presentador, animador, MC, etcétera, lo que se nota en cada episodio del podcast, sin mencionar sus miles de anécdotas pintorescas con gente del espectáculo que conoció o coincidió en la capital del juego. Tiene más barrio y años (nueve) que Imperioli. Vivió los días dorados de la mafia en su vecindario natal de Brooklyn y conoció a muchos wiseguys en Las Vegas. Siempre queda la sensación de que se guarda más de una anécdota para no meterse en problemas con la ley o, peor, con la Mafia.

Talking Sopranos fue un éxito inmediato: en pocos días ya contaba con millones de reproducciones y seguidores en Spotify y, a medida que avanzaban los episodios, se incorporaban nuevos auspiciantes. El podcast se popularizaba al ritmo de la pandemia. La simbiosis parece quedar en evidencia al ver los sponsors del show, como plataformas para contactar psicoanalistas online, auriculares o comida por delivery, todos productos y servicios fundamentales en tiempos pandémicos, en los que el “golpe a lo Kill Bill” al capitalismo pronosticado por Slavoj Zizek en marzo de 2020 parece no haber funcionado.

Un aspecto muy interesante que deja ver el podcast realizado más de veinte años luego del estreno de la serie es todo lo que ha acontecido en el terreno de la producción de entretenimiento y contenidos culturales bajo la última ola de toma de conciencia respecto a temas de género, etnia y clase, entre otros. Es evidente que a los conductores les preocupa el tema y que su mirada ha evolucionado a la hora de analizar escenas y capítulos. También se puede percibir cierto cuidado extra a la hora de comentar determinados asuntos que surgen en la serie, como los chistes gordofóbicos, los cuerpos femeninos o temas raciales. En especial se nota el cuidado en Schirripa, quien es consciente de su sentido de humor más alineado a otras épocas y parece contenerse un poco (aunque a veces se le escapa algún comentario de más, hasta que es sutilmente frenado por Imperioli, quien directamente prefiere esquivar algunos tópicos).

Si Los Soprano pudiera haber sido hecha en estos días o no es un debate que ya existía y de forma esporádica es tocado en el show, pero es difícil (e inútil) hacer ejercicios contrafácticos del estilo. De todas formas, como ya era habitual en series de HBO de fines de los 90 y principios de los 2000, Los Soprano hurgaba en asuntos también difíciles de tratar, como los ya mencionados, o algunos no tan en el tapete hoy, como la identidad de los italoamericanos y su imagen en la cultura popular, tema tratado en la serie de forma magistral y hasta lúdica, como una especie de meta-debate donde los mafiosos hablan de sus películas de mafia favoritas y citan a colegas ficticios como Michael Corleone y los personajes de ascendencia italiana honestos se sienten mancillados en su honor por los wiseguys de equipo deportivo.

Termino haciendo auto referencia otra vez y me desdigo en cuanto a la finitud de Los Soprano: la serie es infinita. Siempre habrá algo para comentar, una perspectiva con la que analizar, un chiste cruel del que reírse o teorías conspirativas sobre el final para hacer. Es por ello que cada lunes hay un nuevo episodio, siendo el último el número 56 de los 86 que totalizan la serie. Si no me fallan las matemáticas, quedan al menos 27 semanas más de Talking Sopranos. Esperemos que dure más que la pandemia.

Una respuesta a “El rewatch pandémico: sobre «Talking Sopranos», de Michael Imperioli y Steve Schirripa”

  1. […] por la cercanía temporal con la que consumí fervientemente ambas cosas, me transmite lo mismo que Los Soprano, ese equilibrio y complemento entre las escenas de mafia y las escenas de psicoanálisis. El […]

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