El disco debut de Dillom según Monserrat Cabrera
“Yo no hablo de mi vida / esa mierda es muy triste / y ahora que tengo plata / son más graciosos mis chistes” dice la canción de Dillom que, ni por coincidencia ni en vano, comparte el nombre con el álbum que la contiene. Post Mortem, su disco debut, lo muestra como el creador de un monstruo de Frankenstein musical compuesto por partes provenientes de distintos géneros musicales, personajes y referencias fílmicas, literarias y culturales y que, más que simplemente autorreferencial, es autficcional en el hecho de que habla de su vida pero con una distorsión performativa que lo ayuda a contar historias en las que tanto se desdibujan los límites entre lo ajeno y lo propio, lo verdadero y la ficción, que pensar qué es qué pierde relevancia por completo.
En este sentido, el a la fecha único disco del artista está construido, con un cuidado quirúrgico por los detalles, por catorce canciones que se unen con suturas en forma de cuatro interludios y transiciones de notas, ya sea por continuidad o por disonancia. Es una construcción de laboratorio autoficcional que, en diciembre de 2021, sorprendió a todos los ciudadanos que estaban preparando las antorchas que ya habían usado con el artista y que, desde entonces, no aburrió ni se perdió entre los tantos hits con bailes de Tik Tok de la escena de la música de la que viene.
El estilo trashy y más pesado, así como el humor y las letras polémicas del artista, que lo alejan de una pertenencia muy evidente al trap argentino, que hoy es más popero o cercano al r&b, no se pierden en este nuevo álbum. De la misma manera, este género musical, que imaginábamos y esperábamos, sigue presente. Pero, además, en Post Mortem se encuentran fusiones de otros géneros urbanos como el pop, post punk, rock, RKT y electrónica. Incluso hay canciones como “220”, “Amigos Nuevos” o “Bicicleta” que personalmente me remontan a unos años atrás, al auge del indie rioplatense, principalmente a la figura de Simón Poxyran, el cantante de Perras on the beach, que, para confirmar la asociación, hace poco subió a Instagram un video cantando la última. Esta exploración en recursos, herramientas, no sólo expone todo lo que tenía para dar musical y creativamente el artista, sino que se evidencia como necesaria para todo lo que descubrimos que tenía para decir. Sin perder la picardía, el ingenio y la impunidad humorística, Post Mortem nos presenta un Dillom con miedo, un Dillom en soledad, pero, sobre todo, un Dillom autoconsciente.
Del verso con el que abrí se desprenden las nociones que me interesa abordar del disco. En primer lugar, la segunda parte: “y ahora que tengo plata son más graciosos mis chistes”. Propio del rap, las letras de Dillom son un conjunto de referencias, una tras otra y el ingenio con el que hace las asociaciones funciona casi en los mismos términos en los que funcionan los memes o el shitpost. De hecho, además de sus claras influencias estéticas y atmosféricas del cine de terror, sus referencias literarias, específicamente por la inclusión de Demian, el libro de Hesse, y sus menciones musicales, desde la comparación de sí mismo en Argentina con “los Ramones en NYC”, a Elvis Crespo porque “su chica es como Elvis, lo quiere suavemente”, muchas de las referencias vienen de todo lo que es “la cultura de internet” y las figuras argentinas de los nuevos medios. El ejemplo más evidente y claro es la inclusión de la voz sampleada del youtuber argentino Gaspi, diciendo “Buenas” al final de la canción “Side”.
Relacionado con Gaspi, y su humor “cancelable”, basado en hacerle bromas pesadas o directamente insultar personas por la calle en formato de entrevista, está el humor negro que caracteriza al artista. Este tipo de humor que tantea los límites con rimas de Hitler o de pedofilia, en cierta medida es habilitado por algo que también tiene que ver con la segunda parte del verso del principio. La alusión a todo su dinero, así como a la fama y sus nuevos privilegios, es algo recurrente y una parte muy importante del personaje que construye Dillom, básicamente la ridiculización y caricaturización de sí mismo como trapero exitoso. Esta voz de Dillom caricatura permite que sus versos más polémicos, al igual que la ostentación del dinero, la fama e incluso las mujeres, se interpreten desde la ironía y desde el ingenio con fines creativos y no se le atribuyen al carácter de su autor.
El personaje se ve claramente en “Pelotuda”, canción que gira específicamente en torno al dinero y la fama. Repite varias veces “my money go dumb, tengo plata pelotuda”, así como cuenta que sus zapatillas cuestan un Dom Perignon, que todos quieren un mordiscón de su torta, que su plata se mueve sola como un poltergeist y también que se hizo larga, por eso le dice Jake Long. Una letra que está complementada por el videoclip en el que se da un recorrido desde Dillom y el pelado del Soul (personaje también recurrente en sus videos y de aire de meme), ambos en pijama leyendo revistas con sus caras, hasta que llega al show. Acá se exageran alevosamente elementos propios de la fama y más específicamente de la fama a través del trap, o de los artistas que lo rodean, como la chain que le ponen los mayordomos a Dillom, que es el símbolo de Mercedes Benz, pero de un tamaño enorme y con una cadena que le llega hasta su panza.
En segundo lugar, la primera parte del verso: “Yo no hablo de mi vida, esa mierda es muy triste”. Dice que no habla de su vida, porque, en efecto, no lo hace directamente, pero entre sus referencias y sus recursos simbólicos deja ver partecitas sublimadas de su biografía. En la construcción de esta caricatura trapera subyace esa vulnerabilidad y esa sensibilidad, atravesada y justificada completamente por su experiencia de vida. La distinción entre estas dos cosas, paralela a lo que es Dillom personaje y Dillom persona, está bien distinguida pero también se pueden ver perfectamente entrelazadas.
Habiendo muchas cosas, incluso referencias a sí mismo o comentarios sobre su propia vida, que son exageraciones o directamente mentiras (esto comprobado por entrevistas que ha hecho antes y después de la salida del disco), nos alejamos de esa obsesión que parecemos tener con la honestidad y la verdad en el arte, para darle lugar a lo performativo, donde cada detalle, en vez de ser completa y aburridamente fiel a la realidad se moldea en función de la creación de una obra compleja, divertida y emotiva al mismo tiempo. Es un compromiso con lo narrativo más que con lo verdadero. Es esto también lo que le permite llegar a letras tan intertextuales y entretenidas, todas tan distintas entre sí: que el abanico de posibilidades en la representación no se ve reducido por lo cien por ciento “real”. La honestidad no está estrictamente ligada entonces a lo que “efectivamente pasó”, sino que lo genuino está en lo que se transmite.
Hay algo de este álbum que, probablemente acentuado por la cercanía temporal con la que consumí fervientemente ambas cosas, me transmite lo mismo que Los Soprano, ese equilibrio y complemento entre las escenas de mafia y las escenas de psicoanálisis. El contraste de la letra y el video de “Pelotuda”, con su propio final, es un resumen de estas dos cosas unidas pero contrapuestas de las que vengo hablando. De una caricatura que canta de plata a un Dillom visto desde un plano cenital haciendo crowd surfing en su público del que solo se distinguen las manos, manos que parecen querer agarrarlo y hundirlo mientras él dice que no tiene amigos, tiene fanes, que antes nadie quería ir a su cumple y ahora todos quieren venir a su cumple y que hace un par de años que vive en la incertidumbre, esperando que no se le haga una costumbre. Del humor y lo duro, a los sentimientos más oscuros y la vulnerabilidad, todo unido de tal manera de que se hace innegable que son dos caras de lo mismo llevadas a extremos, el autor y el personaje, el doctor y el monstruo.
Volviendo a la noción de los interludios como las suturas del monstruo, cada uno aporta o genera algo nuevo y están colocados en lugares específicamente para eso. “Demian”, el primero, que está antes de la canción homónima al disco, es el relato en manos de Mario Pergolini del texto de Hesse. El cuento de terror que narra la noche de campamento de Demian antecede a gritos de niños con miedo y un estribillo que dice “Mis amigos están muertos, sin querer los maté”. “Duo”, el segundo, es una intro a una canción que nunca fue y funciona de transición de “Bicicleta” a “Piso 13”. Esta, cuyo nombre ya implica una dualidad, empieza con una melodía tan indie que cuando me agarra distraída pienso que Spotify me pasó de Dillom a Rex Orange County, para después romper con un golpe trash y “Tomando Valium, en el escenario hay birra y coca. Nunca llego a horario no me rompan las pelotas”. Viniendo de una canción que habla de la soledad y que pasaría desapercibida en cualquier lista de reproducción de indie argentino, este interludio funciona de puente en medio de esta duplicidad.
En tercer lugar, está “Bohemian Group Skit”, un interludio en forma de anuncio lleno de preguntas retóricas que presenta su discográfica autogestionada: Bohemian Group. Ridiculizando su propia empresa como una “bomba de tiempo” que está lista para integrar artistas y quedarse con 99% de sus regalías, se genera una instancia de humor para pasar de “Coach”, una canción más dura y trashy, a “Opa”, la canción que salió como single antes del lanzamiento del disco y fue un hit. Por último, antecediendo a “Reality”, donde hace referencia a todo el ambiente de cantantes e influencers al que ahora pertenece pero también a su sentimiento de no pertenecer, e igualmente, a su miedo de que lo dejen de querer, aparece “Toda la gente”. Este interludio habla de una exigencia hacia él de “todas las cosas que no puede comprarse”, es decir, todo aquello que no puede ostentar en sus canciones.
Así como Post Mortem es uno de esos álbumes que no podés escuchar en desorden, o en aleatorio, porque tiene un sentido en su orden, en su estructura como unidad, esta cohesión se extiende a la identidad artística de Dillom en este momento de su carrera. Su maravillosa puesta en escena trasciende la música y los videoclips, en los que hay elementos o referencias recurrentes, ya sea su reloj dorado, la muerte de su perro o el pelado del Soul. El lanzamiento del disco fue precedido por una publicación de su muerte en obituarios y consistió de su funeral falso donde él entró en un cajón cargado por sus amigos. Así también, los conciertos del tour tienen como código de vestimenta para el público remeras machadas de sangre. Sin embargo, no hay una entrevista donde el artista no se muestre completamente honesto y hasta emocionado por desmentir y contradecir toda su construcción y mostrar con entusiasmo todos sus hilos. Véase esto en su reciente relato entre risas de cómo fingió emoción bajando la cabeza sobre el micrófono durante la canción “220” en uno de sus conciertos, porque, más allá de que enserio era un momento emotivo, él sabía que eso “garpaba”. Esta manera en la que evidencia su construcción de manera burlona hace incluso imposible considerar estas instancias como ofensivas para su público, o siquiera interpretarlas como confesiones. Porque ese análisis reflexivo que pone en escena para poder ridiculizarlo hace también que Dillom sepa bien qué es el show y, sobre todo, qué y cómo tiene que hacer para contar la historia que quiere contar. Es casi como si ya existiera de manera autoficcional y, lejos de mentirnos, nos haciera cómplices.
Es esperable, y queda al juicio de cualquier oyente o crítico, la especulación o explicación de lo que implica el título Post Mortem. Leí en varias reseñas la asociación del nombre a la idea de empezar de cero, de superar su pasado y dejar atrás sus temas más traperos o menos cuidados. No puedo estar más en desacuerdo. Personalmente, escucho Post Mortem como una oda a todo esto. Un “In Memoriam” a todo lo que fue, es y va a ser; limitado, condicionado pero construyéndose. No es un comienzo nuevo ni limpio: en tal caso, si existe Post Mortem es porque hubo algo anterior, la muerte, y antes, la vida. Ni el término excluye lo pasado, y menos lo hace Dillom en su álbum, que se desborda de experiencia sublimada y de referencia a todo lo que lo rodea que no excluye nada, sino que incluye de todo un poco.
Si queremos ver el álbum como una nueva identidad, se trata de una donde juega todo el starter pack de trapero que ridiculiza pero se une con la soledad, el miedo y una condena perpetua a ser el autor de este personaje que creó, así como también lo perpetuo de la creación, que es lo único que sobrevive de un artista tras su muerte. De hecho, el propio Dillom lo dijo en una entrevista: que todos nos vamos a morir y que la mejor manera de hacerlo es habiendo hecho algo cool para dejar atrás.
Una respuesta a “In Memoriam: Dillom”
impecable análisis.
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